La pasada jornada electoral mexicana para renovar jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial de la Federación y de sus equivalentes en 19 estados de la República confirma que en términos prácticos la última reforma constitucional a dicho poder del Estado no era la más adecuada para democratizar la función judicial, por el contrario, deja serias interrogantes sobre la vida institucional que experimentará el país luego de este evento.
Con una ínfima participación ciudadana del 13% y teniendo en cuenta que aproximadamente un 11% de los sufragios emitidos fueron nulos, solo este dato es indicativo del desdén de la gran mayoría del pueblo de México hacia este proceso electoral extraordinario.
La inmensa abstención ciudadana y el grueso de sufragios nulos emitidos hablan de un problema de legitimidad para los nuevos impartidores de Justicia y sobre todo para la eventual Suprema Corte. Sin el arropo popular pensado en la reforma constitucional, la elección judicial no cuaja en cuanto a su sermoneada naturaleza democrática.
Procedimentalmente la elección judicial dejó mucho que desear. Aunque era de esperarse una confusión generalizada ante el excesivo número de boletas electorales y el tedio que esto implica para la ciudadanía; lo alarmante es que por primera vez en décadas el cómputo de los votos, es decir, el conteo que define a los ganadores de la elección se realiza por funcionarios del INE y de sus homólogos locales en recintos oficiales, no por ciudadanos de las mesas directivas de casilla.
Como en su momento lo advertimos en este espacio, esta des ciudadanizaciónen el proceso electoral extraordinario judicial marca un mal precedente y es esencialmente contrario a lo que la reforma constitucional busca. En el mejor de los casos esto sería una falla a rectificar ante una renovación del Poder Judicial apresurada y tozudamente buscada por el oficialismo gobernante del partido MORENA.
Como era de esperarse, la próxima Suprema Corte de Justicia de la Nación se compondrá de ministros de alguna manera afines al partido MORENA, en ese sentido parece y es muy probable que la gran mayoría de jueces y magistrados federales sean afines a esa misma línea política.
Dispuestas las distintas estructuras político-clientelares y sus dueños a sacar raja de la elección judicial se instrumentaron diversos “acordeones” para “guiar” el voto, asistiendo a una neo corporativización del sufragio. Poco espacio hubo y se percibe que nunca importó desde el esquema organizativo el fortalecer la decisión individual, libre y meditada para elegir al mejor perfil de juzgador.
Rápidamente la Organización de Estados Americanos ha desaconsejado que la elección judicial mexicana se replique en otros países a partir de las conclusiones de la misión de observación de este organismo multilateral que advierte un proceso electoral “complejo”, “polarizante”, “con múltiples vacíos”.
Surgirá pues una nueva élite judicial mexicana a partir de una elección extraordinaria marcada por el desinterés ciudadano ante candidatos desconocidos, por acciones de voto corporativo, por procedimientos que restan credibilidad y certeza al resultado electoral y derivado de una reformaconstitucional que debió pensarse bien y ejecutarse mejor.
El sentido de las resoluciones de los nuevos ministros, magistrados y jueces nos dirá si todo esto valió la pena o fue solo otro sainete político. Ojalá que la impunidad disminuya y que la Justicia prevalezca… veremos.
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas
de los espinos o higos de los abrojos?”
(Mateo 7:16)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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