Crónicas del Poder
“…El placer atado a la revolución de la 4T…”
Sin duda que el ánimo falsario del actual gobierno federal se simboliza en la insensibilidad y falta de escrúpulo para el abordaje a los fenómenos culturales, no solamente en el manipuleo político de la historia de México. En su conferencia del 5 de agosto, el Presidente describió al señor Marx Arriaga, curioso personaje querido por este régimen, actual Director de Materiales Educativos de la SEP, como un profesional, un hombre íntegro y honesto. Desde ese extraño universo donde vive, el Presidente lo ve como un hombre de “mucha capacidad”. Al mismo tiempo, la Cancillería removía al funcionario diplomático que osó burlarse de la estupidez del comisario y celebrar el gozo, la imaginación, el humor. La defensa del placer que hizo Jorge Hernández, escritor, literato, intelectual, académico y diplomático de la cultura, resultó inaceptable. Burlarse del advenedizo que es tan querido por la primera pareja, mucho peor. En un párrafo execrable, el jefe de la diplomacia cultural expuso la razón que justificaba el cese. El escritor, a quien reconocía eficiencia, había incurrido en “comportamientos graves y poco dignos de conducta institucional”. Era, desde luego, una señal de lealtad al jefe. La cabeza del funcionario, entregada como ofrenda de fidelidad.
Escudándose la cancillería dirigida por el precandidato Marcelo Ebrard, aduciendo torpes y mezquinas “razones” para operar en contra del destacado diplomático mexicano, ha dado otro resbalón que muy poco enorgullece a la ya semiabandonada y desacreditada “4T”. AMLO deconfía profundamente de la inteligencia, la cultura y no se diga del auténtico pensamiento crítico, es de sobra sabido. A continuación y con verdadero deleite de alegría intelectual, Voces Libres agrega el texto multicitado de Jorge Hernández para apostar que su lectura completa dará razones abundantes para su goce, que hoy causa escozor en las buenas y revolucionarias conciencias de la 4T…
“…La hija de Marx (Karl) hizo la primera traducción al inglés de Madame Bovary y a mí me conmueve imaginar que en la desvencijada mesa del comedor familiar había cuartillas de la prosa pura de Gustave Flaubert revoloteando al lado de las hojas que caían como otoño cerebral del padre preocupado por la lucha de clases, la plusvalía y el ejército industrial de reserva… y supongo que no faltará el Marx o marxista que argumente que Jenney Julia Eleanor Marx tradujo la vida loca de Emma Bovary para apuntalar la crítica a la frivolidad burguesa, a la oxidada sociedad campirana y demás dijes del capitalismo consumista. ¿O no? Quizá Eleonora Marx tradujo a Flaubert por ganarse un dinerito y ayudar a poner comida sobre la mesa de los Marx sabiendo que también traducía por el mero placer de navegar esas páginas que han de ser leídas por sécula seculórum, por obligación en ciertas escuelas, por intriga y curiosidad de alguna mujer fogosa, por algún personaje judío y en fuga soñado por Woody Allen… o simplemente por placer. Por supuesto que se puede leer bajo la muy ideologizada militancia del errado o confundido bibliotecario improvisado que acaba de clamar algo en torno al consumismo capitalista como afán opuesto a quienes creen que leyendo reviven Playa Girón o las heridas de Camboya, cuando en realidad su tufillo más bien apesta a Pol Pot (que no es precisamente un guiso inglés), ese demente que pintó en letras rojas la condena fanática contra todo aquél que llevara lentes, gafas o quevedos de diversa dioptría “pues revelan que se trata de un lector”. Por supuesto que se puede exhortar al populis a que lea por adiestramiento, por memorización, por inculcación ideológica y como ungüento de uniformidad, pero yo parto aquí una lanza en favor de quienes leemos por insomnio, para viajar sin maletas a cualquier paisaje y sin reloj a cualquier hora y época; hablo de los que leen en voz alta para compartir una trama y los que leen en silencio para hablar con dioses, ligarse a una musa o matar a un tirano… y hablo del que lee por pendejo porque no lo queda de otra y el que lee las instrucciones para no dejarse engañar con un electrodoméstico y por supuesto por la niña que se talla los párpados en el instante luminoso de una línea donde un adolescente lee que es escrito como mago de maravillas en el libro que lee un anciano al que le leen en el asilo lo que una viejecita escribió en su juventud para dejar aclarado ya para siempre que en el fondo se lee por placer y diversos placeres se quedan en pura lectura así sigan babeando las recuas increíbles de advenedizos absolutamente ilegibles…”
Placer Puro.

Sergio Armendáriz
Comunicador en Radio, TV, Prensa Escrita y Portales Electrónicos. Académico Universitario. Funcionario Educativo. Miembro Consultivo en OSC.
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