Fue la invención de los modos propios de gobierno “legal” del general Porfirio Díaz en 1876 hasta 1911, cuya base era “quien tenga mayor fuerza y valor, será quien destaque”; y justamente fue Díaz quien sobresalió en las guerras fratricidas y extranjeras. Aquello dejó un país destruido y profundamente dividido, con una urgencia de pacificación y unión. En 1876 el prototipo de segundo unificador luego de Agustín de Iturbide, fue Díaz por la experiencia militar y política. Lo cierto es que la reunificación de México no la hizo solo, contó con la ayuda de aquellos liberales y tradicionalistas moderados que entendieron que los problemas nacionales eran conflictos personales entre militares y políticos, sin embargo; esta situación tenía que ser superada de una vez por todas.
Vamos a ver entonces que esta reunificación nacional olvidada, fue el federalismo que se basó en la antigua división regional del virreinato. Gracias a este pacto federal, las élites regionales que se habían hecho dueñas de las tierras, tendrían que estar sujetos al pacto federal con la Ciudad de México.
El problema económico quedaría resuelto y consolidado después con el ferrocarril ¿Qué sucedía si un gobierno estatal se negaba a obedecer las indicaciones de la capital del país? Pues lo siguiente; gracias a la burocracia civil organizada heredada por las primeras repúblicas liberales, insipiente pero comenzada, el poder central-federal (por extraño que se lea pero tal parece que así sucedió) desconocía los poderes locales y se enviaba al Ejército para someterlos. Además, la autoridad y obediencia estatal en los primeros 20 años del porfiriato se construyó por medio de lealtades ¿Cómo es que un presidente consolidó la República Mexicana a base de lealtades y no por instituciones? ¿Qué no se supone que ese sistema se superó en 1822 y luego 1867? Por inaudito que parezca no, México todavía en las últimas tres décadas del siglo XIX se regía por algo muy similar al sistema virreinal.
De hecho los diputados federales vendrían siendo la aglutinación de honor, prestigio y riqueza, eso fue el Congreso Mexicano. Puede verse lo ventajoso que esto fue para la burguesía, sin embargo; no adelantemos la leyenda negra sobre este periodo histórico. Recordemos que el siglo XIX ya había dado revoluciones importantes, las burguesas y la segunda industrialización y México aún no podía pasar por la primera revolución industrial. Es verdad, nos llegaron los resultados pero no fue lo mismo, el mundo ya era capitalista e industrial.
Para mantener una economía pujante, un gobierno fuerte y un orden nacional, se hizo lo que fuera para no regresar a las pugnas anteriores. La clave era el poder del gobierno central, el cual estaba basado en la figura de los Jefes Políticos que eran cercanos al presidente (Porfirio Díaz) y en algunas ocasiones árbitros entre él y los gobernadores. Así mismo otra figura importante era el Jefe de Operaciones quien estaba al mando de la fuerza armada regional y por último, el Juez Federal. Estos tres personajes recaban información privilegiada volviéndose la vista y oídos del presidente en los Estados.
Porfirio Díaz en efecto, desaparece los poderes locales reales en una habilidosa estrategia política pero se quedaron en apariencia. Sus alfiles, caballos, torres y reina en esta jugada fue mover las ventas de productos importantes como el tabaco, de nivel local al estatal; con ello las cuentas debían ser entregadas a la Ciudad de México. Si el general Díaz hubiese escrito sus memorias políticas y militares, entenderíamos mejor su gobierno y probablemente tendríamos un teórico del poder. Por último, recalquemos la importancia de seguir revisando nuestras historias regionales, que mucho tienen aún que enseñarnos.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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