Hoy nuestro país ostenta un vergonzoso récord: tenemos el tercer pasaporte más caro del mundo. Mientras que en países como Emiratos Árabes Unidos, su costo se traduciría en menos de 300 pesos mexicanos, cuando en China un ciudadano puede obtenerlo por un poco más de 400 pesos, y en España su costo ronda apenas los 800 pesos, aquí en México se deben gastar 4,120 pesos por un pasaporte con una vigencia de 10 años. ¿Cómo se explica esta desigualdad? ¿Cómo se justifica que un derecho a la movilidad, a la identidad y a la libertad de tránsito sea castigado con tarifas prohibitivas?
En el norte lo sabemos bien. Aquí cruzar la frontera no es un lujo, es necesidad, somos tierra de comerciantes, de estudiantes que cruzan cada día la frontera en busca de oportunidades. Para una familia chihuahuense, donde dos o tres integrantes requieren pasaporte, el costo se convierte en una carga insoportable. No es exagerado decir que, para muchos hogares, sacar el pasaporte significa sacrificar gran parte de su ingreso y renunciar a otras necesidades. El pasaporte, que debería abrir puertas al mundo, se ha transformado en un obstáculo que parece insalvable.
Mientras en países desarrollados el Estado asume la responsabilidad de facilitar la movilidad de sus ciudadanos, en este régimen centralista se castiga a quienes desean estudiar, trabajar o reunirse con su familia en el extranjero. Esta política no es más que otro reflejo del centralismo insensible que exprime a las familias del norte para sostener un aparato burocrático alejado de nuestra realidad.
En el país donde la inflación no da tregua, el gobierno decidió colocar al pasaporte en la categoría de privilegio. Una política deliberada del centralismo que ve en cada trámite una caja registradora, no un derecho.
Por eso he presentado una iniciativa clara y contundente: reducir el costo del pasaporte mexicano al menos en un 50%. Es una necesidad urgente. El pasaporte no debe ser un privilegio reservado para unos cuantos, sino un derecho garantizado para todos. México no puede seguir siendo un país que presume de democracia y de apertura al mundo, mientras mantiene secuestrado el derecho a viajar detrás de una tarifa de lujo.
Como el primer servidor de los chihuahuenses estoy determinado a frenar este saqueo, impuesto tras impuesto. No puede ser que en un país que presume de modernidad y apertura al mundo, el derecho a salir de sus fronteras esté reservado solo para quienes tienen el bolsillo lleno
La dignidad de nuestras familias no puede seguir hipotecada en ventanillas de gobierno. El pasaporte mexicano debe ser un puente, no una frontera; una llave, no un candado.

Francisco Sánchez Villegas
Geoestratega, abogado humanista, defensor de la ilustración y político disruptivo.
Desde el cargo de Secretario del Ayuntamiento del Gobierno Independiente de Parral, ha impulsado una trascendental agenda de empoderamiento ciudadano. Fundador y Curador de Casa Ícaro, Think Tank concentrado en el futuro y la libertad.
Pensador neorenacentista propulsor de polímatas. Buscador de mentes virtuosas. Antifrágil.
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