Cada año, cuando llega el Día del Maestro, se publican discursos llenos de gratitud y homenajes que reconocen la labor docente como una de las más nobles y trascendentales. Pero una vez que se apagan los reflectores y se esfuman los aplausos, los desafíos estructurales que enfrentan los maestros en México siguen intactos. Hoy más que nunca urge hablar con seriedad sobre lo que está ocurriendo en el sistema educativo nacional: un retroceso que se ha disfrazado de transformación.
El nuevo modelo educativo impulsado en años recientes ha abandonado la ruta de profesionalización docente y la apuesta por la calidad educativa. En su lugar, se ha optado por decisiones políticas con claros tintes ideológicos, que priorizan el control de los sindicatos y los acuerdos cupulares, por encima del fortalecimiento pedagógico y tecnológico de nuestros docentes.
Los maestros en México no necesitan más discursos, necesitan herramientas. En un mundo donde la tecnología redefine todos los aspectos de la vida, es inaceptable que miles de maestros sigan sin acceso a capacitación digital, infraestructura mínima o acompañamiento profesional que les permita enfrentar los desafíos del aula contemporánea. La pandemia nos dejó una lección clara: sin docentes preparados y sin tecnología, la educación se paraliza. Sin embargo, esa experiencia no se ha traducido en políticas sólidas de fortalecimiento docente.
Mientras tanto, los grandes acuerdos con los sindicatos continúan privilegiando intereses políticos, cuotas de poder y privilegios personales. En muchos casos, estos acuerdos han frenado reformas que buscaban evaluar, capacitar y reconocer a los mejores maestros. ¿El resultado? Una desmotivación creciente entre los docentes comprometidos, y una estructura que premia la lealtad política por encima del mérito profesional.
No se puede hablar de transformación educativa sin maestros preparados, valorados y respaldados. México no saldrá adelante con una educación que retrocede hacia modelos ideologizados, sin evidencia pedagógica, ni con libros de texto que excluyen la diversidad de pensamiento. Lo que necesitamos es una revolución silenciosa pero firme: regresar a poner a los alumnos en el centro, y a los maestros como los protagonistas del cambio, no como piezas de negociación política.
Invertir en la formación docente continua, en acceso a tecnologías, en autonomía profesional y en mecanismos de evaluación justos y transparentes no es un lujo, es una urgencia. Reconocer el valor del maestro no sólo con palabras, sino con condiciones reales de trabajo, es el primer paso para garantizar una educación de calidad.
México se juega su futuro en las aulas. Por eso es momento de levantar la voz por los maestros, no con consignas, sino con compromiso verdadero. Porque apoyar a los docentes es apostar por el país que queremos construir. Alzar la voz como padres de familia y como ciudadanos para que la educación de nuestros hijos sea una prioridad y sea de calidad.
Esta columna siempre invita a practicar la política en todo lo que hacemos, así es que, aquí tenemos una muy buena causa.

Marisela Terrazas
Ex Diputada por el PAN en Chihuahua. Doctorante en Ciencias de la Educación por la Universidad Libre de Bruselas, Bélgica. Maestra en Educación por UTEP, ex directora del Instituto Chihuahuense de la Juventud y experta en políticas públicas juveniles.


