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    diciembre 5, 2025 | 15:14

    Lo que pasó allá, llega acá: la historia se repite ahora en las escuelas mexicanas

    Publicado el

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    El 22 de septiembre de 2025, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur de la UNAM se convirtió en escenario de un hecho trágico que sacudió a toda la comunidad educativa: un alumno de 19 años asesinó a un compañero de 16 con un cuchillo, hirió a un trabajador que intentó intervenir y luego se lanzó desde un edificio, provocándose fracturas en ambas piernas. La conmoción fue inmediata; padres, estudiantes y docentes se preguntaban cómo podía ocurrir algo tan extremo dentro de un espacio pensado para el aprendizaje y la seguridad. Este incidente no solo es alarmante por su magnitud, sino porque refleja problemáticas sociales que Estados Unidos experimentó hace 30 o 35 años, y que ahora comienzan a manifestarse en México.

    Si observamos la sociedad mexicana hoy, encontramos sorprendentes similitudes con la estadounidense de finales de los años 80 y principios de los 90. La estructura familiar, por ejemplo, ha cambiado significativamente. Ya no predomina exclusivamente la familia nuclear tradicional con roles rígidos de padre proveedor y madre cuidadora; ahora las familias mexicanas muestran mayor diversidad: monoparentales, reconstituidas, adoptivas e incluso homoparentales han ganado reconocimiento y aceptación. La familia extensa, aunque todavía presente en áreas rurales, ha disminuido en las ciudades, reflejando transformaciones culturales y económicas similares a las que ya experimentaba EE.UU. hace décadas. En ambos países, la diversidad familiar convive con la necesidad de educar y guiar a jóvenes en entornos complejos y cambiantes.

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    La violencia escolar extrema es otro punto de comparación. Incidentes como el Stockton Schoolyard Shooting de 1989 o la tragedia de Columbine High School en 1999 muestran que los ataques dentro de instituciones educativas no son fenómenos aislados, sino el resultado de factores sociales, culturales y psicológicos combinados. En esos casos estadounidenses, los agresores eran jóvenes con problemas emocionales, influenciados por medios violentos o subculturas extremistas, y actuaban en entornos sin protocolos claros de prevención.

    Hoy en México, el caso del CCH Sur refleja circunstancias similares. El agresor mostró indicios de haber sido influenciado por comunidades virtuales extremistas, conocidas como “incels”, y actuó en un contexto donde los sistemas de prevención escolar son todavía incipientes. Aunque las armas utilizadas fueron distintas —un cuchillo en lugar de un arma de fuego—, el patrón de violencia, la impulsividad y la falta de redes de apoyo son paralelos preocupantes. Este fenómeno nos obliga a cuestionarnos sobre la preparación de nuestras instituciones educativas y sobre la necesidad de fortalecer la salud mental de los jóvenes.

    La globalización y la exposición digital han vuelto más compleja la prevención de la violencia escolar. Mientras que en EE.UU. hace 35 años los jóvenes se veían influenciados por videojuegos o subculturas extremas, hoy los adolescentes mexicanos acceden a comunidades virtuales que, en algunos casos, promueven ideologías de odio. Esta realidad, sumada a la falta de protocolos claros de prevención, muestra que no basta con actuar dentro del aula: es necesario intervenir en un ecosistema más amplio y aprender de las estrategias que EE.UU. tardó décadas en implementar, capacitando al personal educativo y promoviendo la detección temprana de conductas de riesgo para evitar tragedias como la del CCH Sur.

    Finalmente, el papel de la sociedad en su conjunto es clave. Los jóvenes no viven aislados; su conducta está influenciada por la familia, la escuela y la comunidad. La diversidad familiar mexicana, aunque enriquecedora, también requiere acompañamiento para garantizar que los adolescentes desarrollen habilidades emocionales y sociales adecuadas. La combinación de un entorno familiar diverso, la exposición a contenidos violentos y la falta de redes de apoyo puede generar situaciones de riesgo, tal como ocurrió en Estados Unidos hace tres décadas.

    México se encuentra en un momento crítico. La sociedad y las familias han evolucionado hacia modelos más diversos y flexibles, pero las problemáticas que comenzaron a surgir en EE.UU. hace 35 años —violencia juvenil extrema, agresiones escolares y radicalización en línea— comienzan a manifestarse en nuestro país. El caso del CCH Sur es un recordatorio urgente de que la prevención no puede esperar. Aprender de experiencias internacionales, fortalecer la salud mental, implementar protocolos claros y fomentar la educación emocional son pasos imprescindibles. Si no se actúa con prontitud, corremos el riesgo de repetir errores que otros países ya vivieron, con consecuencias que podrían evitarse.

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    Elias Ascencio

    Diseñador gráfico, fotógrafo y docente con más de 30 años de trayectoria artística y educativa. Maestro en Administración Pública y doctorante en Semiótica, ha trabajado en Metro CDMX y marcas nacionales. Líder filantrópico y promotor cultural en México.

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