La violencia no brota de la pobreza, ni de la ignorancia. Brota de algo peor: la ceguera voluntaria. De una elección consciente de no ver. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver, y en este caso, no quiere ver el bien trascendente. El bien que le haría renunciar a sus placeres egoístas, a su narcisismo, a ese culto al yo que se ha entronizado en el corazón humano moderno. No es lo mismo estar en la jaula que ser el domador. Y hoy, la sociedad, sus instituciones y hasta sus iglesias, han decidido estar en la jaula. Por voluntad propia.
1. Violencia: antes del golpe, el abandono interior
La violencia no inicia con el balazo, el cuchillo o la pedrada. Comienza mucho antes. Nace en el alma que ha decidido abandonar el bien, la verdad y la belleza. Es un acto espiritual de rebelión. El hombre que deja de mirar hacia lo alto termina cavando su propia tumba moral.
El orden clásico —ese que decía que el hombre debía tender hacia Dios, hacia la verdad, hacia el amor al prójimo— ha sido sustituido por la adoración al ego. Y ahí, donde debía haber templanza, encontramos hedonismo. Donde había humildad, ahora reina el narcisismo. ¿Resultado? Una generación incapaz de contener su ira, su frustración, su vacío.
Y luego nos preguntamos por qué hay violencia en las calles. Cuando ya la había en el alma.
2. El laboratorio de la violencia: la casa y la escuela
No se trata solo de pobreza. El delincuente no nace por no tener cosas.Nace porque nadie le enseñó a dominarse. Porque en su casa no había padre. Porque su madre estaba rebasada. Porque la violencia doméstica fue su escuela inicial.
Una familia rota, sin disciplina, sin afecto, sin estructura, es la fábrica perfecta del caos. No es una teoría: las cifras lo gritan. El delincuente promedio no viene del hambre, viene del abandono.
¿Y la escuela? En lugar de formar, de enseñar valores y propósito, se ha convertido en un sitio donde reina el nihilismo. Donde todo vale, nada importa, y nadie responde por nadie. Una institución que no educa el alma solo puede cosechar cuerpos para el crimen.
Hoy tenemos generaciones completas sin raíces, sin sentido, sin destino. Es ahí donde la violencia encuentra campo fértil. Se instala. Se normaliza. Se celebra incluso.
Y mientras no reconozcamos que la violencia es antes que nada una enfermedad del alma y se atienda como tal, cualquier estrategia quedará coja, ciega y muda. Así ha sido en los últimos 25 años. Ahí El Meollo del Asunto.

Daniel E. Valles
Periodista y comentarista de radio y televisión. "El Meollo del Asunto" y "La Familia es Primero" son sus principales herramientas periodísticas que se publican en medios impresos y digitales en diversas geografías de habla hispana.
Ha sido merecedor de diversos reconocimientos como conferencista y premios de periodismo, entre ellos, la prestigiosa Columna de Plata, que otorga la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez.


