Metallica / Damage inc.
“Living on your knees conformity? Or dying on your feet forhonesty?”
En Juárez, la política quiere que vivamos de rodillas, aceptando las decoraciones del poder mientras guardamos silencio frente al humo, los estragos y la mutua indiferencia.
Un sticker recaudatorio disfrazado de medida ambiental. Un Nobel que destaca silencios incómodos. Un concierto caro mientras siguen gritándole “transporte” los estudiantes.
La elección es clara: ¿conformidad sumisa o dignidad firme? Que lo que se vea también importe, y que cada acto resuene más que mil discursos vacíos.
“Lo personal es político”, se decía en otros tiempos; aquí en Juárez, lo local también lo es, basta con abrir la ventana y asomarse y poder percibir que, entre el calor y la bronca, algo se está moviendo, pero no desde el escritorio, sino desde abajo, desde el pavimento lleno de baches y desde la paciencia llena de grietas.
Este octubre ardiente nos ha dejado tres postales que parecen aisladas, pero que en el fondo gritan lo mismo: ¡basta de politiquería!
La historia ya es conocida: un engomado “ecológico” que se anuncia como medida ambiental, pero que huele a medida recaudatoria. En esta ciudad donde el aire a veces quema y los árboles escasean, nos dijeron que portar este sticker en el parabrisas ayudaría al planeta. ¿Cómo? Nadie lo explicó bien, pero eso sí: no traerlo cuesta más de 2 mil pesos.
El resultado: más de 87 millones de pesos recaudados hasta el 13 de octubre. ¿Y El Chamizal? Seco. ¿Reforestación? Nada. ¿Obras verdes? Nulas.
Desde mi percepción el problema ecológico y que se relaciona directamente con esta pegatina (como dirían mis hijos) es la falta de control y de regulación respecto al negocio de la compra venta de catalizadores, así como de la venta de vehículos que ya no los traen; sonará ridículo, pero es una realidad. Un porcentaje altísimo de los coches que circulan por las calles no los tiene ya y es porque la oferta y la demanda han hecho que la gente sacrifique desempeño, fallas mecánicas, eficiencia en combustible y hasta el sonido original del vehículo, porque con lo que venden dichos accesorios solventan cualquier cosa que se les ocurra o se requiera.
Pues resulta que, debido a esto, las emisiones son insoportables y no hay quien lo controle; o ¿Dígame si me equivoco? Si usted se para en cualquier crucero va a percibir el hedor exagerado al monóxido que despido un vehículo sin catalizadores, ahora solo basta imaginar el verdadero daño a la ciudad, peeero, esto será difícil de atacar porque implica inversión y no solo recaudación, como alguien lo dijo por ahí, esto no es política ambiental, es caja registradora y lo peor: Morena, el partido que solía gritar contra estas cosas, se abstuvo, caray, hasta las bancadas se deslizan como el smog: lentas, tibias, y sin dirección clara.
Mientras tanto, del otro lado del continente, María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz y hay que destacar que es la primera venezolana en lograrlo y desde la clandestinidad. ¿Motivo? Defender la democracia frente a la dictadura. Parece un guion de Hollywood, pero es la realidad latinoamericana, al menos en esos lares donde Estados Unidos esta observando cual cazador a su presa y hundiendo embarcacioncitas con misiles que valen millones para mostrar mediáticamente un poderío que todo el mundo lo conocemos bien.
Y bueno aquí en México, la presidenta Sheinbaum al preguntársele responde con un “sin comentarios”. Invoca la “soberanía”, ese comodín que usamos para no criticar a los autoritarios que nos caen bien, porque claro, condenar a Israel o a la OEA es fácil, pero hablar de Maduro, eso ya incomoda, pero ¿si o no hubiera sido mejor un comentario positivo a la mujer que tal vez tenga más en común con la presidenta de lo que ella imagina?; verá usted; el Nobel no solo fue para una mujer en resistencia, fue también un espejo y en él, algunos gobiernos se vieron demasiado cerca del poder y demasiado lejos del pueblo.
Y en casa, mientras se debaten los millones del engomado, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez celebró su aniversario con un megaconcierto. ¿Costo? 36 millones de pesos. ¿Patrocinadores? Reservados. ¿Contratos? Clasificados. ¿Estudiantes? En protesta.
“No queremos conciertos, queremos transporte”, decían las pancartas, porque sí: los estudiantes necesitan más rutas, becas, aulas dignas y lo que reciben es música, luces y opacidad. La vieja receta: pan y circo sin pan; (bien que las cantaban jeje)
El rector dice que no se usó dinero público (¿entonces por qué el Municipio puso 10 millones?). Los jóvenes dicen que no hay transparencia y en ese cruce de versiones, lo único claro es que hay una distancia inmensa entre quienes toman decisiones y quienes caminan la universidad todos los días.
Tres escenas, una ciudad, un mismo patrón: el uso del poder sin rendición de cuentas.
Un sticker que multa, pero no mejora.
Un Nobel que revela silencios diplomáticos.
Un concierto que apaga voces críticas con música fuerte.
Pero también hay algo que crece: estudiantes que se organizan, diputados que denuncian, ciudadanos que ya no piden permiso. Si algo nos recuerda octubre en Juárez, es que la participación no es un lujo: es un derecho y que si no gritamos juntos, nos siguen cobrando en silencio.
Mutar sin perder el alma, decíamos y eso también aplica a gobiernos, universidades y partidos, porque el poder, sin alma, solo sirve para decorar parabrisas, no para transformar realidades.

Alfonso Becerra Allen
Abogado corporativo y observador político, experto en estrategias legales y asesoría a liderazgos con visión de futuro. Defensor de la razón y la estrategia, impulsa la exigencia ciudadana como clave para el desarrollo y la transformación social.


