La visita de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, a Ciudad Juárez el domingo 14 de diciembre de 2025 no fue un acto menor ni una parada protocolaria más en la agenda nacional. Fue, en muchos sentidos, un mensaje político claro, un gesto simbólico poderoso y una señal de continuidad y prioridad para una ciudad históricamente marcada por la desigualdad, la frontera y la resistencia de sus familias, particularmente de sus mujeres.
Que la presidenta haya elegido Juárez para arrancar programas nacionales de apoyo a las familias, con un énfasis evidente en las mujeres, no es casualidad. Juárez representa uno de los rostros más complejos del país: una ciudad productiva, fronteriza, profundamente trabajadora, pero también golpeada por violencias estructurales, precariedad laboral y brechas sociales. Iniciar aquí políticas públicas de alcance nacional es reconocer esa realidad y, al mismo tiempo, colocar a la ciudad en el centro de la narrativa del nuevo gobierno.
El mensaje fue claro: los programas sociales no son concesiones, son derechos; y las mujeres, especialmente las jefas de familia, no son beneficiarias pasivas, sino el eje de la transformación social. Que este arranque se haya dado en Juárez habla de una presidenta que entiende el peso simbólico del territorio y la necesidad de enviar señales contundentes desde la frontera hacia todo el país.
Pero más allá del contenido de los programas, hubo un momento político que no pasó desapercibido para nadie que sepa leer los códigos del poder. Claudia Sheinbaum llamó explícitamente al presidente municipal, Cruz Pérez Cuéllar, para que estuviera a su lado. No en segundo plano, no como figura decorativa, sino visible, cercano, integrado al mensaje central del evento. En política, hay que decirlo con claridad, no hay casualidades.
Ese gesto es una lectura política que favorece al alcalde de Juárez. Es un reconocimiento público, directo y simbólicamente muy potente. La presidenta no solo vino a Juárez; vino a Juárez con su alcalde, y lo colocó a su lado frente a la ciudadanía. Ese tipo de señales cuentan, pesan y se interpretan tanto dentro como fuera de la esfera local.
Para Cruz Pérez Cuéllar, la visita representa un espaldarazo. Un reconocimiento a un trabajo que, con aciertos y retos, ha logrado posicionar a Juárez en la agenda nacional. No se trata únicamente de una relación institucional obligada; se trata de cercanía política, de confianza y de reconocimiento a una gestión que ha sabido alinearse con los grandes proyectos del país.
La presidenta no habría hecho ese gesto si no existiera una lectura previa: Juárez ha sido un aliado, un territorio donde se han implementado políticas públicas, donde se ha trabajado de manera coordinada con el gobierno federal y donde el liderazgo municipal ha sabido construir puentes. En ese sentido, la imagen de Claudia y Cruz juntos no solo fue una fotografía; fue un mensaje.
La política también se construye con símbolos, con presencias y con ausencias. Y el domingo 14 de diciembre, la presencia del alcalde al lado de la presidenta envió un mensaje de continuidad, de respaldo y de legitimidad. Es una señal que fortalece al presidente municipal frente a la opinión pública y frente a los actores políticos que observan con atención cada movimiento.
Claudia Sheinbaum en Juárez fue más que una visita. Fue un acto de reconocimiento a una ciudad clave, a sus mujeres, a sus familias y a un gobierno municipal que ha sabido colocarse en sintonía con el proyecto nacional. En tiempos donde los gestos dicen tanto como los discursos, Juárez fue escenario de una escena política cuidadosamente leída y claramente significativa.

Daniela González Lara
Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.


