El suave resplandor de una luna rojiza iluminó el cielo de Ciudad Juárez la noche del informe de gobierno del alcalde Cruz Pérez Cuéllar. La imagen fue tan elocuente como simbólica: la Luna de Sangre emergiendo sobre las gradas sur del estadio 8 de Diciembre, como si también quisiera ser testigo de una jornada que osciló entre el acto cívico y la celebración multitudinaria.
Más allá de la tentación romántica, esta luna marca, astronómicamente, un eclipse: la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, tiñéndola de ese rojo característico, como dejando entrever el color que bañará a Chihuahua. Pero su simbolismo trasciende la ciencia. Se dice que esta luna representa un cierre de ciclo, una renovación profunda que expía lo negativo y abre las puertas a lo nuevo. Quizá por eso, y no solo por su rareza visual, se sintió tan cargada de significado en una noche que, entre luces y discursos, intentó ser punto de inflexión.
El estadio lució abarrotado. Al menos 15 mil personas se dieron cita para disfrutar primero de un elenco musical que caldeó los ánimos, y después del momento cúspide: la aparición del alcalde en el escenario, justo cuando la Luna de Sangre se asomaba en el cielo. El efecto fue teatral, pero eficaz. La atmósfera, cuidadosamente orquestada, encontró su clímax cuando se presentó con orgullo el triunfo de los Indios de Juárez, una hazaña deportiva que rompía con 25 años de maldición. El simbolismo seguía alineado: romper ciclos, vencer fantasmas.
El protocolo siguió su curso. Diputados locales y federales estuvieron presentes. No así los senadores Andrea Chávez y Juan Carlos Loera, quienes enfrentaban sus propios compromisos y retos en la capital del estado. La política, como la mística, también tiene sus ritmos y sus ausencias elocuentes.
Destacó la presencia del senador Ricardo Monreal, quien refrendó su respaldo al presidente municipal, enviando una señal clara en tiempos de definiciones. En contraste, la ausencia de la gobernadora Maru Campos fue notoria. En su lugar asistió el contador público Sergio Nevárez, actual director ejecutivo de la JMAS, cuya presencia —más que institucional— pareció una jugada política: un termómetro para medir su viabilidad como eventual aspirante a la alcaldía.
Sin embargo, el resultado fue pobre. Su discurso, desangelado y mal conectado con el público, dejó más dudas que certezas. Su intervención fue percibida como un intento forzado de insertar un mini informe estatal, fuera de lugar y mal ejecutado. La voz temblorosa, la lectura errática, la falta de presencia escénica: todo ello evidenció que, al menos por ahora, el escenario le queda grande. Si nos permitimos un guiño a los efectos místicos de la Luna de Sangre, bien podríamos colocarlo entre aquello que debe ser limpiado para permitir lo nuevo.
Ya en el tramo final del acto, los videos con numeralia y logros precedieron al discurso central. Y ahí, el alcalde Pérez Cuéllar mostró dominio y templanza. No fue solo lo dicho, sino cómo lo dijo. Plantado, fluido, con mirada directa a la ciudadanía, supo sostener la narrativa. No fue el conteo de cifras lo que quedó grabado, sino su presencia: la de un político preparado que esa noche, supo conectar.
Así transcurrió una noche cargada de símbolos, en una ciudad que busca rumbo y certezas. Bajo la Luna de Sangre, entre mística y política, se escribió un capítulo más del juego de fuerzas que definirá el futuro inmediato del Estado Grande.

David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.


