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    diciembre 2, 2025 | 1:39

    El circo del 27 ya abrió taquilla

    Publicado el

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    Ahora me voy a salir un poquito de los temas que he venido escribiendo. He venido escuchando a los empresarios, a los políticos, a mis amigos, a  los ciudadanos acerca de lo que visualizan para las siguientes elecciones. Y otra vez, ni siquiera ha terminado el año y ya se sienten los vientos del 2027. De pronto, todos se acordaron de nosotros: los ciudadanos.

    Los que llevaban meses escondidos, reaparecen con sonrisas nuevas, siglas prestadas y discursos reciclados.

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    Los que juraron no volver, ya regresaron; los que prometieron quedarse, ya andan empacando y los que fallaron, se están reinventando con alianzas, colores nuevos y hasta “ciudadanos independientes” de escaparate, con tal de disfrazar lo de siempre: el hambre de poder.

    Porque sí, ahora resulta que hasta los partidos políticos —Morena, PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano, Partido Verde, PT, Partido Encuentro Solidario, Nueva Alianza, y hasta los más recientes como el Partido México Republicano o el Partido Liberal Mexicano— compiten por quién disfraza mejor la vieja política.

    Todos, absolutamente todos, operan igual: con las mismas malas costumbres, las mismas alianzas impensables, los mismos saltos entre banderas, los mismos vicios de siempre.

    Hoy se acusan, mañana se abrazan. Hoy se juran enemigos, mañana se reparten distritos, ymientras cambian de color, de nombre y de logo, el país sigue igual… o peor.

    Mientras ellos reparten el tablero del 27, en nuestro país siguen pasando las mismas desgracias, basta una lluvia para que las calles se vuelvan ríos y los hogares se inunden.Basta una tormenta para que colapsen puentes, hospitales y colonias enteras y siempre escuchamos lo mismo: “las autoridades ya están trabajando en ello; sí, cómo no…..llevan trabajando en ello los últimos veinte años.

    En mi opinión personal si de verdad queremos tener diferentes liderazgos políticos que sean más sensibles a las necesidades de la gente, deberían de estudiar una ingeniería o un  oficio de transformación (carpintería, albañilería, soldadura) para que sintieran que es la transformación de una nación.

    Lo cierto es que no hay tragedia natural: hay negligencia institucional. El país se desmorona no porque falte dinero o talento, sino porque sobra indiferencia. No hay planeación, hay remiendos; no hay vocación, hay cálculo político; no hay resultados, hay promesas recicladas. Y cada temporada electoral reabre la herida: nos llenan de spots mientras el drenaje se desborda, las carreteras se parten y las familias siguen esperando soluciones que nunca llegan.

    Y ahora, encima, nos quieren vender “renovación”, los mismos rostros con nueva marca, los mismos discursos con otro logo, las mismas alianzas entre quienes hace un año se insultaban y hoy se abrazan. Dicen que buscan “unidad”, pero lo que realmente buscan es permanencia. Porque en este país, la política ya no es un servicio: es una carrera de supervivencia. Y el poder, más que una responsabilidad, se volvió una adicción.

    Nuestro país se inunda, no sólo de agua, sino de desidia. De proyectos a medias, de funcionarios que abandonan su cargo para perseguir otro, de instituciones que se vuelven trampolines y cada salto político cuesta millones en rezagos, en obras inconclusas, en vidas afectadas; mientras tanto, el ciudadano fronterizo, el que madruga, el que cruza, el que trabaja dos turnos, sigue pagando el precio de tanta ambición ajena.

    Y no sólo el ciudadano común lo resiente, desde el sector productivo, la preocupación también crece; cada cambio político inconcluso deja huellas: inversiones que se frenan, obras que se abandonan, planes que se rehacen al gusto del siguiente titular y así, el país —potencia industrial, comercial y fronteriza— sigue arrastrando carencias que no corresponden a su potencial.

    El sector productivo y la ciudadanía n general necesitan certidumbre, no discursos; coherencia, no campañas; gobiernos que terminen lo que empiezan y que no usen el poder como trampolín hacia el siguiente.

    Porque mientras los aspirantes del 27 afinan alianzas y diseñan nuevas imágenes, el país sigue desangrándose: inundaciones, violencia, corrupción, abandono. Y ningún eslogan de “cambio verdadero” puede tapar lo evidente: lo urgente sigue sin resolverse.

    Y eso, en la frontera, se nota más. Aquí la gente ya no se conforma con discursos bonitos ni fotos con casco y pala, aquí se sabe quién trabaja y quién sólo busca cámara, aquí se entiende que la patria no se construye con promesas, sino con resultados.

    Así que sí, el circo del 27 ya abrió taquilla, los payasos están en fila, los domadores ensayan sus alianzas, los trapecistas cambian de color y los magos intentan desaparecer su pasado….pero esta vez, el público no aplaude.

    Porque el ciudadano ya no ríe, ya no cree.

    Ya entendió que la verdadera renovación no viene de ellos, viene de nosotros, los que seguimos aquí, todos los días, sosteniendo lo que ellos abandonan.

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    Thor Salayandia
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