Empiezo por una pregunta básica, ¿realmente hay una necesidad para hacer una reforma electoral en México? La respuesta es ambivalente, por un lado, siempre hay espacio para mejoras. Pero, por el otro lado, si nuestros procesos electorales se han venido refinando a tal grado que, desde las reformas electorales promovidas en el siglo pasado, ha habido tres alternancias en el poder federal; del PRI al PAN, al PRI y a Morena, por lo que podemos decir que la voluntad popular se ha expresado en cuanto a lo que quiere y se ha respetado dicha voluntad, independientemente que esa voluntad haya sido manipulada a través de medios ilegales, por lo que podemos concluir que no es necesario hacer una reforma electoral.
Ahora bien, debemos de tomar en consideración que desde que entró Morena al poder, se ha venido deteriorando el delicado entramado al control de poder que los mexicanos hemos venido creando, al haberse destruido el sistema nacional anticorrupción, el sistema de transparencia y acceso a la información pública y protección de datos personales, los innumerables organismos autónomos que nos garantizaban la evaluación de los programas sociales, el control de la energía en el país, el control de las actividades monopólicas, de las telecomunicaciones, la evaluación educativa y otras. Pero, sobre todo, lo más grave ha sido la destrucción de la independencia del Poder Judicial y el absoluto control de este.
Todo ello sucedió porque Morena fue, digamos, colonizando a los organismos electorales. Primero, al Instituto Nacional Electoral, luego al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y, también, porque Morena fue capaz de “comprar” a senadores de oposición a través de amenazas y de promesas, conjugándose todo ello en haber obtenido fraudulentamente (desde el punto de vista técnico y moral), el control del Congreso de la Unión, para tener una mayoría calificada no otorgada en las urnas, que le permitieron hacer toda esta destrucción de instituciones que establecían controles al poder político y del dinero.
Pues bien, ahora nos encontramos a la presidente Sheinbaum, con la puntilla (esa que usan los toreros para matar a los toros caídos en la faena para matarlos en un instante), que dará por terminada en definitiva a nuestra democracia.
Se ha nombrado a Pablo Gómez como el coordinador de la “Reforma Puntilla”, que es la Reforma Electoral, para que dizque eche a andar un proceso de consulta, que como todas las que se han hecho, son una mera faramalla, en donde se oye, pero no se atiende, resultando siempre en que se hace todo lo contrario a lo que se presenta en dichos sendos foros.
Tomando en consideración todo lo anterior, me atrevo a proponer unos puntos que deberían realmente reformarse en nuestro sistema jurídico para evitar los excesos de poder que arriba describí:

Carlos Angulo Parra
Analista político. Abogado corporativo. Fue Diputado Federal en la LXII Legislatura del Congreso de la Unión.
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