Ciudad Juárez no solo es frontera: es frontera con carácter. Por décadas se ha repetido el discurso de que esta ciudad es solo una “parada obligada” para quienes quieren cruzar al norte. Pero quienes vivimos aquí, quienes trabajamos aquí, sabemos otra cosa: Juárez no es de paso, es de destino. De arraigo. De posibilidades.
Aquí, donde el viento pega duro y el sol más, también florecen historias de trabajo, resistencia y progreso. Y aunque suene a frase hecha, la diferencia está en su gente. En los que llegan con una mochila y terminan con un taller mecánico; en las mujeres que inician vendiendo comida en casa y hoy tienen restaurantes; en los jóvenes que empezaron soldando en una maquiladora y ahora lideran líneas de producción o desarrollan apps.
No se trata de romantizar, se trata de reconocer.
Más del 60 % del empleo formal en Juárez lo sostiene la industria maquiladora, con más de 300 plantas operando día y noche. Algunas personas lo ven como símbolo de explotación, otros lo entendemos también como una puerta de entrada para miles de trabajadores a la formalidad, a la capacitación, incluso al emprendimiento. La clave está en lo que haces con lo aprendido: aquí muchos no solo sobreviven, aprenden a generar.
Y es que el verdadero sueño juarense no es quedarse en la línea… es cruzarla. No la del puente, no la de la maquila, sino la del límite mental. La de creer que solo viniste por un tiempo. Aquí, quien se atreve a soñar en grande, encuentra eco. Encuentra una ciudad que a pesar de todo se sigue levantando.
Los números no mienten: mientras otras ciudades pierden empleos o talento, Juárez los gana. En 2024, Chihuahua captó más de 1,200 millones de dólares en inversión extranjera, buena parte destinados a esta ciudad. Pero el dato más importante no está en los millones, sino en los miles: miles de personas que cada día cruzan la ciudad no para salir de ella, sino para construir dentro de ella.
Y no lo digo con ingenuidad. Sé que Juárez también es violencia, desigualdad, desconfianza institucional. Pero ¿en qué lugar del país no se lucha contra eso? La diferencia aquí es que, a pesar de todo, la cultura del trabajo no se ha perdido. Aquí se cree en ganarse el pan. Aquí se cree en crecer. Por eso Juan Gabriel la amaba: no porque fuera perfecta, sino porque es real. Porque aquí la gente canta con el alma, pero trabaja con las manos.
Hoy muchos hablan del “sueño americano”. Yo prefiero hablar del sueño juarense. Ese que se construye sin visas, sin muros y sin permiso de nadie. Ese que se basa en la cultura del esfuerzo, en el orgullo fronterizo, y en una comunidad que, aunque marcada por contrastes, tiene una identidad poderosa: la de no rendirse.
A quienes creen que Juárez es una ciudad rota, los invito a mirar de nuevo. Aquí no solo se maquila: se emprende, se inventa, se transforma. Aquí se hacen cosas que en otras partes solo se dicen.
Esta ciudad no necesita que la salven, necesita que la entiendan. Y que quienes ya tenemos los pies bien puestos en ella, no venimos a quejarnos, venimos a construir.
Porque el sueño juarense no es una promesa. Es una realidad… que se trabaja todos los días.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.


