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    diciembre 4, 2025 | 19:08

    Merecemos Aire Limpio

    Publicado el

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    A principios de la tarde del martes 8 de julio, el cielo sobre la frontera se tornó ominoso. Desde el otro lado del Río Bravo, en El Paso, la refinería Marathon emitió enormes columnas de humo negro que se alzaron imponentes, atravesando fronteras invisibles pero letales. La vista era inquietante: una masa oscura, densa, suspendida sobre la ciudad hermana, recordándonos brutalmente que la contaminación no pide pasaporte, nosotros desde Ciudad Juarez, respirando un humo negro y denso sin saber a ciencia cierta sobre las consecuencias de ello.

    Ese dia decenas de familias contemplaban cómo el humo se extendía como un espectro amenazante por toda la ciudad. Estamos hablando de combinaciones mortales: hidrocarburos aromáticos, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y partículas finas. Estas no son teorías: son gases y partículas altamente nocivos, responsables de asma, irritación pulmonar o incluso cáncer.

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    Incluso si Marathon afirmara que el evento fue sólo una “llamarada” controlada tras algún corte de energía, como ocurrió en ocasiones previas, la realidad es otra: la exposición, aún breve, puede ser suficiente para enfermar a quienes tienen vulnerabilidades respiratorias.

    El hospital general de Juárez registró ese día un incremento en llamadas por problemas respiratorios. Niñas y niños, personas mayores, quienes viven con enfermedades crónicas… todos sensibles a esas partículas finas que viajan kilómetros y penetran hasta el alvéolo pulmonar . Lo que no se ve —benceno, tolueno, sulfuro de hidrógeno— puede ser aún más peligroso, provocando mareos, náuseas, daño neurológico… incluso cáncer, según la OMS.

    Y no sólo somos las personas las afectadas, tambien la fauna local —aves, murciélagos, pequeños mamíferos y flora ribereña— en la ribera del Bravo también quedó expuesta. La lluvia ácida, puede alterar suelos y ciclos reproductivos. En resumen: los vapores tóxicos no respetan la geografía política ni la vida.

    Las emisiones de las refinerías son una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero. Se calcula que representan cerca del 6 % de las emisiones industriales globales de CO₂ y metano, acelerando el calentamiento mundial y afectando los patrones climáticos que nos mantienen vivos. Además, esas partículas depositadas en el suelo y cuerpos de agua contaminan hasta los mantos freáticos, de largo alcance y difícil reversión.

    El martes, las alarmas sonaron de nuevo. Ciudad Juárez lo vivió en carne propia. Pero, ¿qué hicieron las autoridades responsables? Hasta el día siguiente, no hubo monitoreo público en tiempo real ni órdenes de resguardo o cierre temporal de escuelas. El silencio oficial fue ensordecedor. Si bien, en Texas, grupos ciudadanos han exigido impugnar los permisos a Marathon , en México ni Profepa ni la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COESPRIS) mostraron un plan urgente de acción.

    Las agencias ambientales deben tener claras líneas de responsabilidad: reforzar la vigilancia transfronteriza, exigir a las industrias monitoreo continuo de sustancias y emitir alertas que protejan la salud pública. No basta con protocolos dentro del perímetro industrial; las emisiones cruzan puentes y afectan hogares.

    En redes, testimonios de ciudadanos mexicanos y estadounidenses alertan sobre la repetición constante de estos episodios. La refinería, dicen, puede operar —y lucrarse— sin que la comunidad sepa cuándo respira veneno. En El Paso, se han exigido reuniones públicas y sistemas de alerta rápida tras apagones. En Juárez, esas exigencias apenas toman fuerza.

    Las chimeneas industriales no conocen límites. Su humo negro empaña la salud de ambos lados y siembra un mensaje claro: necesitamos cooperación ambiental real, inmediata y soberana. ¿Es pedir demasiado? No. Otras regiones han logrado acuerdos binacionales y mecanismos de respuesta rápida. Aquí, seguimos viendo pasar el humo… y la indiferencia.

    El martes 8 de julio no fue una excepción, y sí una llamada de atención: la contaminación transfronteriza es una amenaza colectiva. El verdadero costo no está en la gasolina refinada, sino en el aire que respiramos, las espaldas que cargan niños con asma y los pulmones que no perdonan negligencias.

    No podemos aceptar que un respiro sea una cuestión de suerte. Es hora de que nuestras autoridades entiendan que la salud y el bienestar trascienden muros y soberanías. Si un día más de humo innecesario puede costar vidas, entonces no hay margen de error. Ciudad Juárez y El Paso merecen aire limpio, transparencia y justicia. No otro martes negro sin respuestas.

    Daniela
    Daniela González Lara

    Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.

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