Pearl Jam – Corduroy (1994)
“Everything has chains, absolutely nothing’s changed.”
Cambian los rostros, cambian los discursos, pero lo profundo rara vez cambia. Seguimos siendo un país donde lo público se desprecia, donde los símbolos pesan más que las estructuras, donde lo que debería unirnos nos divide. A nivel nacional un nuevo presidente de la Corte usado para la división, en lo local, un transporte público que no logra ser orgullo colectivo. Todo parece moverse, pero en el fondo, todo sigue encadenado.
En México llevamos décadas entendiendo al revés el sentido de lo público y eneste sentido hablaré del transporte público, aunque también es un tema para abordar respecto a todo lo demás como los servicios médicos públicos, las escuelas públicas, servicios públicos en general… pero esos, esos son otros temas.
Todo lo que debiera ser orgullo de una sociedad moderna y equitativa, lo tratamos como refugio de los que no tuvieron “mejores opciones”; ese vicio cultural es el que hoy sigue marcando el debate sobre cosas tan distintas y tan relacionadas como nuestro sistema de transporte público, el famoso “BravoBús” en Juárez.
El BravoBús no es perfecto, lo sabemos, pero ahora que existen al menos las rutas troncales que tenemos ¿apoco no percibimos esta ciudad de una manera distinta a pesar del grillerío político o politiquerío que se traían cuando estaban haciendo las obras del mismo?, y aparte es lo mejor que tenemos en la actualidad en ese sentido y esto lo digo desde la óptica de quien si lo usa ya que su servilleta vive en el primer cuadro de la ciudad y la verdad les diré que me pareció una maravilla bajarme de un avión y agarrar el camión (BravoBus) que me dejó a una cuadra y media de mi casa.
De lo que se trata es que sea una herramienta para dignificar la movilidad de la ciudad, sin embargo, basta subirse a uno de sus autobuses para sentir esa mirada que algunos lanzan desde el auto con aire acondicionado: “Ahí van los que no tienen de otra.” Y deje usted, la queja constante la emiten quienes no se ven beneficiados de manera directa, sin pensar más allá y mientras esa visión no cambie, ningún rediseño de rutas o compra de unidades lo va a rescatar del desprecio.
Le voy a contar que en el 2019 tuve el honor de ir con personas muy interesantes y preparadas en las ramas de movilidad del país a China por alrededor de 40 días donde estuvimos en las plantas de fabricación de camiones, de trenes ligeros y suburbanos; además de que nos dieron un tour por algunas regiones del país para que viéramos de primera mano cómo funciona su transporte público y lo importante que es en aquel país, en ese viaje aprendí mucho de este tema pero lo más importante es que es un hecho de que los países más avanzados del mundo apuestan desde hace muchos años al transporte público, lejos de lo que decía el gobernador de Nuevo León que los países de primer mundo como Estados Unidos usaban más el coche, cosa que está lejos de ser verdad; basta con visitar ciudades como Nueva York para darse cuenta de la ciudadanía es un usuario regular y me refiero a toda la ciudadanía. Aquí la movilidad no debería tratarse como un tema cosmético: es un asunto de supervivencia, por clima, por distanciasen esta ciudad tan fragmentada, por la estructura económica que exige traslados diarios entre maquilas, comercios y barrios periféricos.
Pensemos de esta manera, Ciudad Juárez podría ser ejemplo de convivencia urbana si empezáramos a ver el transporte público como lo que debería ser: un derecho ciudadano, no una concesión caritativa y aquí viene lo bueno porque, si todos empezamos a tomar esto como una alternativa seria, en automático será una prioridad en cuanto a políticas públicas y la calidad del mismo será de primera; así que a usted mi lector lo invito a subirse y a trasladarse en este sistema de transporte y piense en las posibilidades.
En ese mismo orden de ideas de despreciar y de eso convertirlo en símbolo para los “otros”, está hoy en juego en la discusión nacional sobre Hugo Aguilar Ortiz, el nuevo presidente de la Suprema Corte. Ahora resulta que todo el aparato oficial y sus entusiastas nos quieren vender el relato de que la Corte es hoy más justa porque la preside un indígena, como si ser indígena fuera, de por sí, sinónimo de virtud institucional.
No, ojo aquí, el Licenciado Hugo Aguilar es mexicano como todos y tan mestizo como todos en este país donde las categorías identitarias son más confusas que claras. Su tarea no es representar a “los suyos”, sino impartir justicia con equidad para todos, ¡todos! Si no lo hace, el pueblo, sí, ese que ahora lo aplaude por su origen, lo demandará por sus actos, no por su linaje.
Aquí lo chocante es lo romántico de su ascenso que desde mi óptica es pura politiquería ya que querer envolver de narrativa identitaria un proceso electoral judicial lleno de dudas, baja participación y sospechas de captura partidista es un insulto a la inteligencia pública.
Pero así nos pasa en México: nos venden la épica del símbolo para distraernos de lo esencial, donde “el sector privilegiado” con el BravoBús, que debería ser un asunto de diseño urbano, eficiencia y justicia, pero termina atrapado en el desprecio clasista, que al igual con la Corte, debería ser un espacio de técnica jurídica y autonomía, pero termina atrapada en discursos de cuota étnica, ¡pff! por Dios, un día cuando las ideas se ordenen, que espero que así sea, este episodio será toda una curiosidad, así que cuando entendamos que lo público, todo lo público, debe ser lo mejor para todos, y de todos, entonces habremos empezado a cambiar algo.
Por lo pronto, hay quienes celebran el color de piel de los jueces, solo espero que las sentencias vayan acorde a su capacidad de razonamiento jurídico, interpretativo, coherente, con criterio y justicia.
Así somos, irracionales y vivimos de cabeza.

Alfonso Becerra Allen
Abogado corporativo y observador político, experto en estrategias legales y asesoría a liderazgos con visión de futuro. Defensor de la razón y la estrategia, impulsa la exigencia ciudadana como clave para el desarrollo y la transformación social.


