Hoy el mundo despide a uno de los grandes referentes del comunismo moderno. No fue perfecto, como nadie lo es, pero encarnó con fuerza las ideas que defendía. Como dijo alguna vez el expresidente uruguayo José Mujica, también de formación marxista: “Pobres no son los que tienen poco, sino los que quieren infinitamente más.” Y esa frase no era solo un juego de palabras, era su manera de mirar la vida, de caminar por ella sin necesidad de trajes caros, mansiones ni poses. Mujica vivía en una casa modesta, donaba la mayoría de su sueldo y hablaba con la sencillez de quien no necesitaba convencer con oropeles, sino con convicción.
Para él, la libertad estaba en renunciar al consumo voraz. En entender que más no siempre es mejor. Que una vida digna no tiene que venir del exceso, sino de la justicia, de la equidad, de compartir. No soñaba con imponer un régimen, sino con sembrar conciencia. Quería un mundo donde todos tuvieran lo necesario para vivir bien, sin que unos tengan que pisar a otros para lograrlo.
“La vida se te va, y el problema que tenemos es que no podemos comprar tiempo”, decía con la serenidad de quien ya había comprendido lo esencial. No buscaba acumular riqueza, sino vivir con sentido. Austeridad no por obligación, sino por convicción. Y eso lo hacía profundamente coherente.
Pero mientras algunos recordamos su legado con respeto, otros lo usan como bandera para encubrir su hipocresía. En México, hay políticos que lloran su muerte con discursos cargados de supuesta admiración, mientras llevan una vida que contradice todo lo que él representaba. Pertenecen a partidos que se autodefinen de izquierda, comunistas incluso, pero viven como si fueran parte de una élite capitalista insaciable: viajes constantes, cirugías estéticas, relojes de lujo, propiedades que no pueden justificar y una retórica mañanera que busca confundir, no convencer.
Usan la imagen del referente caído como un escudo que legitima su corrupción. Lo citan, lo honran en redes, organizan homenajes, pero en su día a día no practican ni una sola de sus convicciones. Hablan de justicia social mientras explotan el hambre de la gente para ganar votos. Usan la pobreza como un trampolín político mientras su patrimonio crece de forma tan rápida como escandalosa.
Y eso duele. Duele porque la lucha de décadas de quienes verdaderamente creen en la igualdad se ve manchada por esta incoherencia. Porque mientras algunos dan la vida por sus ideales, otros solo los usan para subir en la pirámide del poder. No es la ideología lo que falla, son las personas que la tuercen para su beneficio personal.
Hoy, con su partida, se apaga una voz que llamaba a la humildad, a la congruencia, al compromiso real con los de abajo. Que incomodaba a los poderosos y recordaba a los demás que la política no es para enriquecerse, sino para servir.
Ojalá que ahora esté en un mundo mejor, uno donde sus ideales no se traicionen.
“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad.” — José Mujica.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.


